En el capítulo 5 de Mateo, luego de las bienaventuranzas vemos al Señor colocando en oídos de sus oyentes cual debiera ser el carácter del discípulo, “sal y luz”. La sal y la luz operan en virtud de lo que son, por eso es menester que conserven su identidad mas bien que su actividad. En otras palabras, el Señor estaba interesado en lo que eran por encima de lo que hacían.
En Mt. 5:17-20 el Señor pone una premisa contundente, “No penséis que he venido para abrogar la Ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.” Entonces pasa a abordar temas de moral.
Estamos en una época dominada por el relativismo y el postmodemismo donde la sociedad no reconoce valores morales absolutos y donde cada cual puede decidir lo que es moral o inmoral de acuerdo a su perspectiva y circunstancia, condenando como intolerante a todo aquel que intente plantear valores firmes con respecto a la conducta humana.
Es verdad que los conceptos relacionados con la moral humana están condicionados por los valores de tiempo y espacio, es decir la moral occidental es diferente a los principios de moral oriental cuando a espacio nos referimos, y un traje de baño que en 1910 hubiese sido realmente escandaloso, hoy puede ser perfectamente aceptable.
Ahora bien, cuando la Biblia habla de moral habla de un tipo de moral que no está condicionada por la mentalidad humana, ya que está hablando de la moral de Dios que es atemporal y aplicable a todos los hombres.
Entonces debemos preguntarnos ¿Cuál es la norma moral que rige a la iglesia? En tal sentido y afectada por el contexto la iglesia, lamentablemente, poco a poco pierde terreno y paulatinamente va tolerando y aceptando aquellas conductas y prácticas que desde el punto de vista bíblico siempre han sido intolerables porque la Palabra de Dios es inmutable a través de los tiempos y las modas.
El hombre es un ser moral, ya que Dios lo ha creado con ese atributo (Gn.1:26; Ro.1:19, 2:15), en tal sentido cuando se opone a los principios morales de Dios se convierte en un INMORAL.
DEFINICIÓN DE INMORALIDAD
Al hablar de inmoralidad debemos plantearnos con exactitud que es inmoralidad. Inmoralidad es todo aquello que va contra los principios éticos que rigen la conducta humana.
Observando la definición debemos preguntamos ¿cuáles son esos principios éticos y quién los establece? A diferencia del relativismo imperante en nuestra sociedad postmodernista, que considera que no hay verdades absolutas y que cada uno define lo que es moral o inmoral desde su propia perspectiva y circunstancia, los cristianos basamos nuestra moralidad en los principios que Dios establece en Su Palabra eterna e inmutable. Por eso al hablar de moralidad o inmoralidad no se limita al tema de la sexualidad sino que en cada área de la conducta en que se transgreden los principios de La Palabra de Dios estamos en presencia de inmoralidad. En otras palabras todo pecado es inmoralidad.
DESCRIPCIÓN DE INMORALIDAD
Si bien la palabra moralidad o inmoralidad no aparece en la Biblia si encontramos desde Génesis a Apocalipsis normas claras en cuanto a conducta moral demandada de parte de Dios a los hombres y en especial a su pueblo Israel en el AT y la Iglesia en el NT, condenando a la vez aquellas conductas contrarias a las demandas divinas.
EL DESASTRE DE LA INMORALIDAD
1. EN LA SOCIEDAD Romanos 1:18-32
No es tema de esta tarde detenernos mucho en el sistema de inmoralidad en el que vivimos, donde se pone en tela de juicio si un embrión humano es un “ser humano” o no, o donde se tolera y defiende como aceptable que una niñita de 16 años aborte sin la autorización de sus padres. Tan solo con pensar en tales situaciones nos ahorraremos mucho del poco tiempo que tenemos, pues sin dudas la humanidad está llegando a niveles de inmoralidad impensados. Baste leer la descripción de Romanos 1:18-32 para ver como estamos hoy.
En tal sentido el hombre está en una corrupción moral absoluta y solo nos queda denunciar tal condición y dedicarnos a realizar un análisis profundo en nuestro entorno de “cristiandad biblicista” para saber y aceptar la realidad de cómo nos encontramos los cristianos bíblicos del siglo XXI.
2. EN LA IGLESIA
Ahora bien, regresando a Mateo 5 y 6, vemos entonces que el Señor estará tratando al menos 4 tipos de inmoralidad, es decir, 4 puntos en donde el hombre se levanta contra aquello que Dios dispuso como bueno y aceptable para Su creación. Estos son: inmoralidad espiritual, inmoralidad sexual, inmoralidad material e inmoralidad en el carácter.
Diremos antes de meternos en el propio estudio, que la inmoralidad es uno de esos flagelos que no solo asecha y conquista a la sociedad sino que trágicamente está conquistando la iglesia. Trataremos de analizar objetivamente estos diferentes aspectos de la Inmoralidad.
Vamos a diagnosticar la situación de enfermedad, pero también, a la luz de la Palabra de Dios veremos el remedio para la cura.
INMORALIDAD ESPIRITUAL – 6:5-15
1. Diagnostico:
Hay un tipo de inmoralidad que tiene que ver con lo espiritual, y es la base sobre la cual se edifican otros tipos de inmoralidad. La inmoralidad espiritual es la más grave por:
a) Ser la hipocresía el pecado con el cual se cubre de ser descubierta, cosa que tarde o temprano sucederá (1Tim. 5:24).
b) Ser el antagonismo el arma predilecta de ataque para sostener aquello que Dios destruirá.
c) Ser contagiosa, es decir que otros van tomando el “modelo” y lo van pasando de generación en generación con algunas variantes.
a.1. Cuando el Señor enseña en este sermón, también denuncia la hipocresía imperante en el sistema religioso de aquellos tiempos:
6:2 – “como hacen los hipócritas en las sinagogas…”
6:5 – “como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas…”
6:16 – “como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan…”
“COMO” aquí es un nexo comparativo y utiliza como referencia de comparación a “los hipócritas…”
¿Quiénes eran los hipócritas? En Mt. 5:20 el Señor declara que él venía a cumplir con la Ley. La norma era alta, imposible de cumplir para el religioso (Ro.7:14-25), entonces el religioso vivía con una falsa rectitud, una hipocresía, una inmoralidad espiritual.
La propuesta de Jesús será que sus discípulos comparen dos maneras de vivir, de acuerdo a la justicia de los hombres o de acuerdo a la de Dios.
JESUS comparaba la conducta del sistema, donde se hacían las cosas para que los hombres vieran (Mt. 6:1), con lo que debe ser el carácter de un discípulo de Cristo, el cual considera lo que realmente importa “en lo secreto” (Mt. 6:4) para que el Padre lo haga público.
Existe una diferencia abismal entre el modelo de “ajuste carnal religioso” y el modelo de espiritualidad genuina que va proponiendo Jesús.
La espiritualidad genuina considera constantemente 3 atributos de Dios que los discípulos no podemos olvidar: Omnisciencia, Omnipresencia y Justicia.
Gálatas 6:7 dice que Dios no puede ser burlado. Por mucho que use a la “religión” como cobertor de mi verdadero estado delante de Dios quedaré al descubierto delante de los hombres tarde o temprano.
La inmoralidad espiritual me lleva a vivir “completando la fórmula” pero sin fruto de justicia (Fil.1:6-11), porque no hay manifestación del fruto del Espíritu obrando (Gál.5:22-23).
b.1. La inmoralidad espiritual es agravada por otro factor, el antagonismo.
Habitualmente el espíritu antagonista se presenta cubierto por una falsa piedad que intenta mostrar o defender algo de tinte religioso, pero que en el fondo realmente lo que busca es “tapar” la realidad de una vida lejos de Dios.
El Señor Jesús se enfrentó con antagonistas una y otra vez. Todos tenían algo en común, religiosos fríos y profesionales que ocultaban sus verdaderas motivaciones, las ganancias de la religión y matar al autor de la vida (Mt.12:38; 21:23; 22:34-40; Lc.19:47; etc.).
Hubo un hombre de Dios que aparece en Hechos 5:34, Gamaliel, miembro del Sanedrín, un rabino del más ortodoxo, era fariseo. Es interesante estudiar la conducta de este hombre. Sus convicciones religiosas no le acercaban a la línea de los apóstoles, pero es digo observar como obró. Esa es un ejemplo para que podamos medir nuestra espiritualidad aun cuando las diferencias que tenemos son de un calibre extremo, tal como este caso.
El antagonismo es una parte fundamental dentro del sistema de inmoralidad religiosa, porque distrae y ataca para no ser atacado.
Hay que reconocer que un frente de antagonismo dentro de una iglesia siempre tendrá una parte de verdad, es como el veneno para ratas, solo un 1% de venenos y un 99% de cebo; pero esa verdad nunca puede ser usada para destruir, de ser así no procede de Dios. El antagonismo siempre destruye. Alguien dijo que “un antagonista pelea hasta los escombros y luego pelea por los escombros”.
El antagonismo, parte fundamental en la inmoralidad religiosa, no se satisface porque procede de intensiones espirituales satánicas (Ef.6:12) y Satanás no para hasta ver todo destruido. Hay que entender que la guerra a la que los cristianos nos enfrentamos es espiritual y el enemigo usará gente que a relajado su moral espiritual, alejándose de Dios y operando desde “su propia justicia”.
Una persona espiritual reclamará la verdad desde una posición espiritual, evitando siempre pecar contra Dios y contra los hermanos. Cuando se quiebran principios bíblicos en pos de la justicia y la verdad eso es inmoralidad espiritual.
c.1. Finalmente, pero por eso no menos destructivo y perverso, en la inmoralidad espiritual nos encontramos con el “contagio generacional”. No hay mejor modelo de discipulado que el de la inmoralidad espiritual.
La triste historia de Israel nos confirma esta “catástrofe”.
“¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!”
Dt.5:29
El corazón de Dios para con la segunda generación, la generación de la conquista era la antítesis de lo que ellos finalmente vivieron. Sus padres, muertos en el desierto, habían fracasado, ellos “copiaron el modelo” a pesar de la advertencia y deseo de Dios. El resultado fue aun peor y más doloroso que el de sus padres:
“Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo, y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio… 19. Y quemaron la casa de Dios, y rompieron el muro de Jerusalén, y consumieron a fuego todos sus palacios, y destruyeron todos sus objetos deseables. Los que escaparon de la espada fueron llevados cautivos a Babilonia; y fueron siervos de él y de sus hijos, hasta que vino el reino de los Persas;”
2Cr.36:15-16, 19-20
La hipocresía de la Inmoralidad Espiritual pasa de generación en generación, cuando la iglesia de Cristo para a ser tolerante y permisiva.
No se denuncia el pecado, se tolera la mixtura en todos sus aspectos, no se destapa nada que desestabilice o rompa las formas tradicionales. Se hace acepción de persona y final pero trágicamente se pierde poder y autoridad espiritual.
Una iglesia que viva en Inmoralidad Espiritual pasa a ser la vergüenza del cielo y la burla del infierno. Será sal insípida y antorcha humeante, su juicio no tardará porque Dios no puede ser burlado.
La iglesia que mejor ilustra un modelo de Inmoralidad Espiritual es la de Laodicea, leamos su ejemplo y su llamado en Apocalipsis 3:14-20.
2. Cura:
¿Cuál será la cura de la que tenemos que echar mano para la inmoralidad espiritual?
Apocalipsis 3:19 – ¡ARREPIENTETE!
CONFESIÓN SIN RESTRICCIONES
CONFESIÓN SIN JUSTIFICACIONES
CONFESIÓN SIN CONDICIONES
El modelo de identificación con el “pecado comunitario”. No son “ellos” los que pecaron, somos “nosotros” los que te hemos ofendido y nos hemos rebelado.
ESDRAS – 9:5-15 / NEHEMÍAS – 1:4-11 / DANIEL – 9:3-19
¡Quiera Dios que tengamos tal corazón que le temiésemos y guardásemos todos los días todos sus mandamientos, para que a nosotros y a nuestros hijos nos fuese bien para siempre!
Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame...
domingo, 14 de junio de 2009
lunes, 2 de febrero de 2009
El Señorío de Cristo: su primacía en el estado terrenal del creyente y su implicancia en la acción salvífica.
Resumen
El tema del señorío de Cristo sobre el universo creado es un hecho posicionalmente inalterable que escapa a toda posibilidad de voluntariedad en la creación. La evidencia lingüística en la revelación, demuestra que el título de Señor sobre la persona de Jesucristo, es mucho más que un epíteto de autoridad y poder, es la aseveración de la unión hipostática que se evidencia en la persona de Jesús de Nazaret, cien por cien Hombre, cien por cien Dios. Ante tal hecho el hombre es alcanzado por gracia divina para salvación eterna del alma y ha de rendirse como siervo ante la persona de su Salvador y Señor. No obstante es una clara confusión condicionar la obra redentora a la compresión de lo que implica el señorío de Cristo. El hacer de las condiciones para la vida del discipulado requerimiento para hacerse discípulo es confundir el evangelio más y más, echando barro en las cristalinas aguas de la gracia de Dios con las obras del hombre.
1. El Señorío de Cristo: Su primacía en el estado terrenal del creyente
Comenzaremos el presente tratado sobre la primacía del señorío de Jesucristo en el estado terrenal del creyente, con una cita de la carta del apóstol Pablo a los filipenses (2.10-11 RV). ”Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
En esta cita aparece en dos oportunidades la palabra “toda”. En el verso 10 con relación a “toda rodilla” y en el 11 a “toda lengua”. La palabra griega aquí es un adjetivo, pas (pas - masculino) y pasa (pasa - femenino) respectivamente. La traducción literal del texto original es “toda y cada una de las rodillas… todo y cada uno de los lenguajes…”
En base a este sencillo análisis primario podemos decir que Jesucristo es mucho más que el Señor de aquellos que han creído en Él. Esta frase da a Jesús un reconocimiento universal de su majestad y poder, con un lógico alcance escatológico. Podemos afirmar entonces que posicionalmente Jesucristo es el Señor de todo lo creado, por voluntad del Padre y para su gloria.
En griego hay por lo menos siete palabras que se pueden traducir como “señor” al castellano, pero la palabra por excelencia aplicada a la persona del Señor Jesucristo es kurios (kurios). Este término aparece unas 694 veces en el Nuevo Testamento. La palabra kurios significa, supremo en autoridad, controlador. Por alcance señor, como título de respeto. También puede ser traducida como soberano, ungido, amo, Cristo, Dios, dueño.
a. El uso de kurios anterior al Nuevo Testamento
En la Septuaginta kurios se usa miles de veces para traducir varias palabras Hebreas. Según el Léxico de Brown-Driver-Briggs, el nombre pactal reverenciado de Dios yhwh (“Jehová”) sucede 6832 veces. De éstas se traduce como kurios en la Septuaginta un total de 6156 veces. El término adon (“amo”) se usa miles de veces con referencia a Dios y siempre es traducido por kurios. También se usa de los hombres como “un término respetuoso para dirigirse a alguien,” y en esta forma de uso se traduce por kurios 192 veces. Baal (“dueño”) se traduce por kurios quince veces. Otros usos de kurios son: el dueño de un esclavo (Gén. 24:12), el esposo de una mujer (Gén. 18:12), un término de la corte real (1 Sam. 26:17), un término de alta veneración (Núm. 11:28), y un término de cortesía (Gén. 23:6). Todos estos son traducidos del Hebreo adon.
Aunque adon se usa tan frecuentemente con respecto a Dios, Unger señala que es “una palabra primitiva que denota sentido de propiedad, y por lo tanto, de control absoluto. No es propiamente un título divino, siendo usado del dueño de esclavos.” Brown-Driver-Briggs muestra que la idea raíz de la palabra era originalmente “firme, fuerte.” Más tarde tomó el sentido de “determinar, ordenar, gobernar” y, de este modo, “poner bajo el dominio o la orden de, gobernar sobre.” Por consiguiente, el significado histórico de adon no era inicialmente el de una apelación divina. Llegó a ser un título divino debido a su énfasis en el gobierno, lo que se ajustaría de manera perfecta a la autoridad absoluta de Dios. Los traductores de la Septuaginta obviamente sintieron que kurios era el equivalente ideal de adon debido a su idea de “señorío.”
Aún más importante para el entendimiento del uso de kurios por parte de la Septuaginta es el nombre exclusivamente divino de yhwh (Jehová). De hecho, se traduce de manera consistente por kurios el 90 por ciento de las veces. Con respecto al nombre más común y pactal de Dios, Brown-Driver-Briggs señala “la mayor parte de los eruditos lo toman como Qal de hwh...,” “el que es: i.e., el absoluto e incambiable”... “el existente, el siempre vivo.”
El significado de la equivalencia que hace la Septuaginta de kurios con yhwh está bien expresado en el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento:
Nuestra tarea actual es discutir las razones para la selección de la palabra kurios en la LXX [Septuaginta]... Es mejor comenzar con el significado Griego de la palabra en la época de la LXX... Kurios no se usaba entonces como un epíteto para Dios en el paganismo... En el momento en que el uso específicamente helenista estaba emergiendo, kurios denotaba a aquel que tiene el poder legal para disponer [tomar disposiciones] ...La LXX hace la afirmación fuerte y consciente del hecho que la posición de Yahvé como Señor es legítima. Esta afirmación puede basarse en el hecho histórico de la elección de Israel. Aquel que redimió a Israel del “horno de fuego” de Egipto tenía así un derecho sobre este pueblo... La palabra kurios... era por sí misma adecuada para nombrar a Dios, el único Dios. Esto debió haberles sugerido continuamente a sus oyentes el control ilimitado de Dios sobre todas las cosas.
Esta idea se basa en la derivación histórica del adjetivo kurios y del nombre kuros. Ambos pueden ser rastreados hasta las palabras indo-germánicas tempranas keu o ku, con el sentido de “aumentar,” y en última instancia “ser fuerte.” En el Griego Clásico kurios se usaba con respecto a una captura militar para denotar posesión; así pues, “ser un kurios es ejercer una poderosa influencia.”
La palabra era rara en el griego clásico y denotaba el sentido más limitado de señor como el de un dueño, i.e., aquel con plena autoridad. El significado obvio de que los dioses fueran posteriormente llamados kurios fue un desarrollo a partir de esta idea de autoridad poderosa. Excepto para kurios con el genitivo, kurios nunca se usó con respecto a los dioses o gobernadores antes del primer siglo a.C. La idea de deidad es ajena al término en sí tanto histórica como etimológicamente. De hecho, el término expresó deidad posteriormente solo por lo que implicaba en sí mismo: gobierno, autoridad. Es interesante notar que los cultos imperiales de Augusto y de Adriano en los primeros dos siglos emplearon kurios, pero no tenía “nada que ver con el predicado divino.”
b. El uso de kurios en el Nuevo Testamento
El término kurios se usó frecuentemente para “dueño,” por ejemplo, el dueño de una viña (Mat. 20:8), de un pollino (Luc. 19:33), de un perro (Mat. 15:27), de un mayordomo (Luc. 16:3), y de un esclavo (Hch. 16:16, 19). El término sugiere una relación autoritativa entre personas, o entre personas y la propiedad. Esta relación es además ilustrada en el uso del término en relaciones autoritativas tales como la de un esclavo para con su dueño (Mat. 13:27; 25:20); un trabajador para con su empleador (Luc. 12:8); un ciudadano para con el magistrado civil (Mat. 27:62-63); y de un hijo para con su padre (Mat. 21:29). Cada una de estas expresa la idea de sumisión y obediencia a la persona designada como kurios. En Colosenses 3:22 el término “señor,” tal y como se usa en referencia a un esclavo para con su dueño, es definido por Pablo. “Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios.”
La forma verbal de kurios es kurieo, que conlleva la fuerza de ser señor o amo, regir, señorear, controlar. El dominio o gobierno denotados en este verbo se usa de varias maneras en el Nuevo Testamento. Todos ellos ejemplifican la significación histórica del término: un rey gobernando con autoridad (Luc. 22:25); el control del pecado sobre el no regenerado (Rom. 6:9); el poder y el dominio inquebrantable de la muerte sobre los pecadores (Rom. 6:9). Pablo lo usa negativamente para decir que él mismo no puede controlar la fe de un hombre (2 Cor. 1:24).
También lo usa en un sentido positivo cuando habla del dominio absoluto que Cristo tiene sobre los vivos y los muertos (Rom. 14:9) y sobre los soberanos terrenales (1 Tim. 6:15). La forma intensificada del término es katakurieo, que también ocurre en el mismo sentido (de dominio o autoridad) en Marcos 10:42; Hechos 19:16 y 1 Pedro 5:2.
Cuando se usa con respecto a Cristo, “Señor” podría ser simplemente un título de respeto como se ve en Juan 4.11, 15, 19.
c. Jesús como kurios
Como apelación divina se entiende que kurios adjudica apropiadamente este gobierno supremo. Por lo tanto, ya sea cuando Dios el Padre o Dios el Hijo son llamados kurios, debe ser en reconocimiento del hecho de su gobierno soberano.
Jesús de Nazaret es llamado “Señor” 146 veces desde los Hechos hasta el Apocalipsis. Podemos ver aquí, y a manera de ilustración, algunas de las veces: Jn. 20:28; Hch. 2:21; Hch. 2.36; Hch. 10:36; Hch. 11:20; Hch. 28:31; Ro. 10.9; Ro. 14:7-8,11; 1 Co. 12.3; 2 Cor. 4:5; Fil. 2:11; 2 Tes. 1:8.
No obstante, no cabe duda que también debe haber tenido una connotación fuera de lo usual que hizo que algunos cuestionaran su validez. Tal significado no podía ser menos que Dios. En otras palabras, cuando alguien que aparentemente no era más que un hombre ordinario que afirmaba ser Dios, y cuando el título de Señor llegó a asignársele a este “Hombre Jesús” en la predicación de los apóstoles, entonces hubo división a causa de lo que implicaba en la mentalidad judía el título “Señor”, que quería decir “Jehová-Señor”. Si significaba “Dios Jesús” o “Jehová Jesús” entonces uno puede explicarse la división y el debate por este tipo de afirmación.
¿Por qué es Señor Jesús (significado Dios-Hombre) una declaración tan importante que sólo puede ser dicha por el Espíritu Santo que guía a una persona? Lo es porque se trata de la esencia de nuestra salvación, ya que se enfoca sobre la singularidad de la persona del Salvador. Casi todos los “salvadores” exigen el dominio sobre las vidas de sus seguidores, aun los líderes de las sectas. No hay nada único en las relaciones de Cristo con sus seguidores si eso es todo lo que Jesús el Maestro significa. Pero ¿qué religión que no sea el cristianismo, tiene un salvador que dijo ser Dios y hombre en la misma persona? Si Señor en la frase Señor Jesús significa Maestro, entonces la pretensión de singularidad está ausente. Pero si Señor en la frase Señor Jesús significa Jehová-Dios, entonces Jesús es único, y éste es el mismo corazón del mensaje de salvación en el cristianismo.
Las personas que observaban y escuchaban a Jesús predicando no les ofendió por lo que consideraban simplemente como otro maestro o aun profeta. Tampoco les preocupó que formase un grupo de seguidores, del número que fuese. Lo que sí causó división entre estas personas fue que Él dijera ser Dios. Los judíos le dijeron abiertamente en una ocasión: “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn. 10.33). La ofensa era el Dios-Hombre, no el Maestro-Hombre.
¿Por qué es esto asunto crucial de nuestra salvación? Lo es por que ninguna otra clase de salvador puede salvar, excepto un Dios-Hombre. La deidad y la humanidad se deben combinar para proveer una salvación satisfactoria. El Salvador ha de ser un hombre para morir y para identificarse con la maldición sobre el hombre. Y ha de ser Dios para que aquella muerte sea efectiva para un número infinito de personas.
Cuando Pablo escribió la carta a los romanos, dijo que tenía que ver con el Hijo de Dios, Jesucristo, y luego elaboró solo dos hechos esenciales acerca de Jesucristo: su humanidad (“que era del linaje de David según la carne”) y su deidad (“fue declarado hijo de Dios con poder”, Ro.1.1-4). No añadió nada del control soberano de Cristo sobre las vidas de aquellos que aceptan a Jesús como parte esencial de evangelio. No fue hasta el capítulo 12 que Pablo se dirigió a los creyentes respecto al asunto de la dedicación o entrega de sus vidas.
En base a todo lo expuesto hasta aquí podemos señalar que la visión de la posición del señorío de la adjudicación del título de “Señor” a Cristo está de acuerdo en que implica la deidad de Cristo. Pero es más que un término de identidad es también un término de relación.
Se da por hecho que kurios representa a Cristo como Dios, ¿pero no hubiese sido también theos un término adecuado e intercambiable y posiblemente más claro? Si Jesucristo es presentado como kurios en referencia a Su deidad, entonces este término debe poner de relieve un aspecto particular de Su deidad, es decir, Su soberanía, majestad, gobierno.
d. El creyente y su relación con Jesús el kurios
Posicionalmente Cristo es el Señor en el más amplio sentido de la Palabra. Cristo es nuestro Señor, en sentido posicional, desde antes que naciésemos (Sal.139.16; Sal.22.10; Ef.1.4; 2Tim. 1.9; Tito 1.2;). A partir de comprender el evangelio de la gracia y pasar a ser hijos de Dios, se activa un estado de relación con Él, que antes no teníamos.
Antes de reconocer a Cristo como salvador estábamos muertos (Ef.2.1), hoy estamos sentados en los lugares celestiales con Él (Ef.2.6). Nuestro estado de relación no afecta a nuestra posición en Cristo. En consonancia con este aspecto citamos el quinto punto de la tesis de Juan Calvino en cuanto a la “Perseverancia de los santos” y un breve comentario del mismo.
La perseverancia de los santos.
Ahora, como punto final, la doctrina de la perseverancia de los santos. Con el fin de resumir, vamos a referirnos otra vez a la Confesión Bautista, la cual está de acuerdo en este punto con las otras confesiones históricas de fe. "Aquellos a quienes Dios ha aceptado en el Amado, y ha llamado eficazmente y santificado por Su Espíritu, y a quienes ha dado la preciosa fe de Sus elegidos, no pueden caer ni total ni definitivamente del estado de gracia, sino que ciertamente perseverarán en él hasta el fin, y serán salvos por toda la eternidad, puesto que los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables. . ." (Confesión Bautista de 1689, Capítulo 17; párrafo 1). Nuevamente vamos a demostrar que esto es exactamente lo que las Escrituras nos enseñan. "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?. . . Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro." (Romanos 8:29-31; 38-39). (…) Si el hombre no puede salvarse a sí mismo, entonces Dios debe salvarle. Si no todos los hombres son salvos, entonces Dios no ha salvado a todos. Si Cristo ha hecho la satisfacción por pecados, entonces, esta expiación es por los pecados de aquellos que son salvados. Y si Dios se propuso revelar esta salvación en Cristo a los corazones de todos aquellos a quienes Él escogió salvar, entonces, Dios proveerá los medios necesarios y eficaces para realizarlo así. Por lo tanto, si habiendo decretado salvar, habiendo muerto para salvar, y habiendo llamado a la salvación a aquellos que jamás se salvarían por sí mismos; entonces, Él también preservará a aquellos salvados hasta la vida eterna, para la gloria de Su Nombre. (…) "Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo." (Filipenses 1:6). La Palabra de Dios contiene múltiples referencias acerca de esta bendita verdad. "Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero." (Juan 6:39). "Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano." (Juan 10:28). "Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida." (Romanos 5:10). "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. . ." (Romanos 8:1) (…)
En su tesis, Calvino, sostiene el principio de preservación de los verdaderos creyentes. Dice literalmente “…Sus elegidos, no pueden caer ni total ni definitivamente del estado de gracia…” Este principio de preservación es vital para la salud relacional de las criaturas redimidas con el Eterno Creador, con su Unigénito y con la obra de perfeccionamiento moral y espiritual que opera constantemente el Santo Espíritu.
Esta seguridad ha despertado un espíritu opositor en muchos que acusan al calvinismo de “gracia fácil” (éstos se alinean en la escuela del profesor holandés Jacobo Arminio – 1610). Mayoritariamente aquellos que toman esa posición son los mismos que ven una imperiosa necesidad de que las personas entiendan el principio de señorío para salvación, tildando de “fácil creencia” todo aquello que no resalte a Cristo como Señor antes o paralelo al Cristo Salvador.
Aquellos que piensan que Jesús debe ser Señor para poder ser salvador no toman en cuenta el principio de posición y estado e incurren en un error de semántica, acusando de falaz la frase "hacer a Cristo Señor". Este error de semántica, lo podemos aclarar con dos expresiones del Señor Jesús. La primera están en Lucas 6.46-47: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante…” Aquellos que oyen Sus palabras y las hacen le obedecen como siervos, sencillamente por el principio de que él es Señor, es decir que “le hacen Señor” por su obediencia. En Juan 8.34 dice: “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” Aquí el principio es claro el que “hace” pecado es su siervo, es decir que el pecado es su señor. El verbo hacer en el original es poieo / poion (poiwn) en las dos citas. Este paralelismo que hemos intentado realizar aclara la idea de que nuestra sujeción al señorío de Cristo se manifestará en el andar, y que sin dudas declarar la frase “Hacer a Cristo Señor” es tan bíblico como “Jesucristo es el Señor”.
Sería un auténtico despropósito, a la luz de toda la evidencia que hemos acumulado en este estudio, aventurarnos a negar la realidad del señorío de la persona de Jesucristo, no solo en los que creen, sino sobre todo el universo. En tal sentido y en base a toda la enseñanza neotestamentaria un redimido debe vivir en constante rendición a la voluntad de su Señor, cosa que, como dijimos anteriormente, se manifestará en su andar diario. Esta rendición está unida al principio de santificación, cosa progresiva y sistemática en la vida del creyente.
Resumiendo el concepto, diremos que, la santificación progresiva es el proceso de maduración de una vida que refleja verdaderamente su posición, mientas que la santificación última tiene lugar cuando la práctica y la posición están de perfecto acuerdo.
Algunas de las demandas escriturales con relación a este señorío sobre la vida del creyente son:
Hacer morir las inclinaciones carnales - Ro.8.13
Rendirnos íntegramente a su voluntad – Ro.12.1-2
Conservar una vida moralmente equilibrada – 1Co.6.12
Huir de la inmoralidad sexual – 1Co.6.18
Huir del paganismo e idolatría – 1Co.10.14
Mantener una actitud de limpieza de la maldad – 2Co.7.1
Vivir nuestra vida en la fe de Cristo – Gá.2.20
Mantener mutua ayuda en la familia de la fe – Gá.6.2
Despojarse de la vieja manera de vivir – Ef.4.22
Hacer morir lo terrenal y pecaminoso en nosotros – Col.3.5
Huir de pasiones carnales – 2Ti.2.22
Desechar rasgos de carnalidad y crecer en el conocimiento espiritual – 1P.2.1-2
Podríamos seguir citando pasajes hasta conformar un verdadero estudio de las demandas del Nuevo Testamento con relación a lo que debe ser la vida de un redimido. Éstos son solo una muestra del espíritu de la Escritura en tal sentido, y sin dudas la lucha con los deseos carnales es una realidad en la vida de los creyentes en Cristo que no podemos negar. El propio apóstol Pablo profiere su queja, casi al final de su tesis sobre el tema en la carta a los Romanos en 7.7-25; “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”. No obstante, el estado del corazón se refleja por las actitudes y acciones carnales que el creyente irá o no manifestando de acuerdo a la compresión y aceptación del señorío de Cristo sobre su vida.
Esto nos ubica ante la existencia de una realidad con la cual todo redimido carga. La lucha con su carne, con su pecado y con la demanda constante de la Escritura a prevalecer con las fuerzas del Espíritu (1Co.10.13), pero sin dejar de ser concientes de la dura realidad de que caerá en más de una oportunidad, teniendo a la mano por la gracia y misericordia de Dios el recurso de la confesión y alejamiento para no afectar la comunión con el Espíritu Santo (Pr.28.13;1Jn.1.9-10).
Pero cabe realizarnos una serie de preguntas a éstas alturas, ¿Jesús debe necesariamente ser Señor para ser Salvador? ¿Hasta que punto debe entender un incrédulo su necesidad de someterse al señorío de Cristo para ser salvo? ¿Todos los creyentes del Nuevo Testamento evidenciaron el señorío de Cristo como parte de su experiencia cristiana? A estas y otras preguntas nos abocaremos en el siguiente punto.
2. El Señorío de Cristo: Su implicancia en la acción salvífica
Tal lo visto hasta aquí, no solo afirmamos y apoyamos la evidencia bíblica del señorío de Jesucristo, sino que además resaltamos la clara demanda por parte de la Escritura para que los creyentes rindan sus vidas ante la persona del kurios, viviendo conforme a sus demandas, en constante renuncia, y entregados a la guía de su Espíritu.
La declaración arriba expuesta, que resume el espíritu de este estudio, habla a las claras cual es nuestra posición en cuanto al señorío de Cristo, tal lo ya confirmado, pero cabe entonces señalar cual es la implicancia que tiene el señorío en la acción salvífica de los hombres.
a. Algunas preguntas para reflexionar
Al considerar el señorío de Cristo y pensar en su alcance es inevitable preguntarse: ¿Jesús debe necesariamente ser Señor para ser Salvador? La importancia que reviste tal cuestión no se puede exagerar, tanto con respecto a la salvación como a la santificación. El mensaje de la fe sola y el mensaje de la fe más la entrega de la vida a Cristo como Señor, no pueden ser los dos el evangelio. Por lo tanto uno de ellos es un falso evangelio y cae bajo la maldición de pervertir el evangelio (Gá.1.6-9), lo cual es algo muy serio.
En cuanto a la santificación, si solamente la gente entregada es salva, entonces ¿dónde ponemos a los cristianos carnales? O si solamente la voluntariedad es lo que se precisa en el momento de la salvación, ¿hasta donde es necesaria esta voluntariedad? ¿Puede, por ejemplo, un hombre que está convencido en su mente de que el fumar es malo no salvarse hasta que, al menos, esté dispuesto a dejar de fumar? O ¿Qué clase de dedicación hay que predicar a las personas si, para poder ser salvos, ya han dedicado sus vidas al Señor?
Al hablar de la predicación del evangelio debemos tener en claro cuál es el estado del ser caído que habrá de escuchar. La Biblia nos dice que está muerto en sus delitos y pecados (Ef.2.1), que es un mentiroso con la conciencia corrompida y cauterizada (1Ti.4.2; Tit.1.15), sin percepción espiritual y viendo las cosas de Dios como locura (1Co.2.14). Con esta breve reseña hamarteológica, donde vemos la realidad del estado de corrupción humano, vale preguntarnos ¿hasta que punto debe entender un incrédulo su necesidad de someterse al señorío de Cristo para ser salvo?
Es concluyente la definición del Dr. L.S. Chafer en su Teología Sistemática al subtitular “La incapacidad de los inconversos”, refutando la teoría arminiana llamada “gracia común”. Un párrafo de su argumentación que vale la pena mencionar dice:
Por eso, es tan desastroso el error de impedir a los inconversos la idea del Señorío de Cristo, aun cuando ellos son incapaces de ofenderse concientemente por ello ni de reprochar al predicador por la inconsecuencia de que, al exigirles que entreguen sus vidas al Señor, les está pidiendo algo que ellos no pueden todavía llevar a cabo. Así se produjo una destructora herejía bajo el nombre del movimiento de Oxford, la cual se ha especializado en este calamitoso error, con la agravante de que los promotores de este movimiento omiten por completo la idea de la necesidad de creer en Cristo para salvarse e intiman únicamente la obligación de someterse a Dios; por consiguiente, confunden la conversión con la consagración, la fe con la fidelidad, y la fe para vida eterna con la pulcritud para la vida cotidiana.
Por otra parte nos preguntamos, ¿todos los creyentes del Nuevo Testamento evidenciaron el señorío de Cristo como parte de su experiencia cristiana? La respuesta no se hace esperar, ¡claro que no! Tenemos evidencia suficiente para comprobar que hubo creyentes genuinos que no siempre demostraron completamente su entrega al señorío de Cristo. Sobre algunos discípulos del Señor podríamos especular acerca de sus conductas y de otros hay clara demostración, por ejemplo la incredulidad de Tomás (Jn.20.27). La negación de Pedro y su posterior rechazo a obedecer un mandato (Mt.26.72; Hch.10.14). El espíritu nada conciliador y humilde de Bernabé (Hch.15.39). Las discrepancias y separatismo de Evodia y Síntique (Fil.4.2); todo lo cual nos conduce a decidir entre dos alternativas y fijar una posición, o éstos no eran creyentes genuinos, ya que tuvieron evidentes comportamientos carnales, o una vez más debemos admitir que la carnalidad es un hecho real en el creyente y que no necesariamente es una manifestación de no regeneración.
b. Salvación por sola gracia
El Nuevo Testamento solamente en dos oportunidades pronuncia maldición sobre los cristianos por dejar de hacer algo. Una es por no amar al Señor (1Co.16.22), y la otra por no predicar el Evangelio de la gracia (Gá.1.6-9). No comprender claramente la doctrina de la salvación, como ya lo señalamos, puede resultar en la proclamación de un evangelio falso o pervertido, y hoy en día muchas de las declaraciones del Evangelio que se oyen, bien pudieran caer bajo esta maldición. Gracias a Dios, Su gracia supera nuestras presentaciones imprecisas del evangelio y las personas se salvan a pesar de, no por razón de, un evangelio impreciso o incorrectamente proclamado.
Es oportuno observar que la raíz de la palabra hebrea más importante para salvación en el Antiguo Testamento es yasha´. Originalmente significa el ser espacioso o amplio en contraste con la estrechez o la opresión. Así que, significa la libertad de lo que amarra o restringe, y llega a significar rescate, liberación, o darle a algo amplitud o anchura.
La fe era la condición necesaria para la salvación en el Antiguo Testamento con también en el Nuevo. Abraham creyó a Dios y el Señor se lo contó por justicia (Gn.15.6). El objeto de la fe siempre fue el Dios verdadero (Nm.14.11, 20.12; 2Rey.17.14; Sal.78.22; Jon.3.5). Este Dios Salvador era el único origen de la salvación (Sal.3.8; Jon.2.9). Tanto en la LXX como en el Nuevo Testamento el verbo griego sozo y sus afines soter y soteria normalmente son traducciones de yasha´ y sus sustantivos respectivos.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la iniciativa de la salvación está enteramente con Dios (Jn.3.16). La muerte del Señor Jesucristo en la cruz en la única base para esa salvación (Hch.4.12; He.5.9). Esta salvación tiene un aspecto pasado, que ocurrió cuando creímos, un aspecto presente y una consumación futura. Cabe aclarar que otros conceptos como sacrificio, redención, reconciliación, propiciación y justificación son esenciales para un entendimiento completo de la doctrina.
La salvación afecta a la persona en su totalidad. Aun así, la eliminación de la naturaleza caída del hombre y la recepción de un cuerpo resucitado esperan a un día futuro. Pero esto también es parte de nuestra salvación (Ro.8.23). Además, la maldición que ha estado sobre este mundo será quitada (Ro.8.18-23) y el universo entero sentirá los efectos de la obra reconciliadora de Cristo (Col.1.20).
Observaciones finales
Concluiremos el estudio señalando que la enseñanza del señorío para salvación no hace diferencia entre la salvación y el discipulado, y convierte los requisitos para el discipulado en requisitos para la salvación. Nuestro Señor distinguió los dos (Lc.14.16-33).
Esta enseñanza eleva uno de los muchos aspectos de la persona de Cristo (Maestro sobre la vida) a la categoría de parte del evangelio. ¿Porqué no requerir la fe en que es Rey? O en el hecho de que Él es Juez de todo, o en que Él fue el Creador.
Multitudes de inconversos han sido desviados de la única pregunta pertinente de si aceptaban a Cristo como su Salvador, hacia otras cuestiones acerca de diversiones mundanas y maneras de vivir impropias de un cristiano. Como quiera que un inconverso no posee el correcto criterio ni la debida luz espiritual para enfrentarse a tales problemas, lo único que puede esperarse es que tal persona se desconcierte ante tales proposiciones. Su problema no consiste en desprenderse de algo que, en su estado de inconversión, le parece normal, sino en recibir al Salvador con todo lo que ésta salvación comporta.
Aunque nuestro punto de vista puede ser tildado de “creísmo fácil”, no es fácil creer, porque lo que le pedimos a una persona que no es salva que crea no es fácil. Le pedimos que confíe en una persona que vivió hace 2.000 años, a quien solamente puede conocer a través de la Biblia, para que perdone sus pecados. Estamos pidiendo que confíe su destino eterno en esto, algo que no puede comprobar científicamente y que solo puede aceptar por la fe y confianza depositada en el mensaje que está escuchando.
El texto más familiar de toda la Biblia, trascendental y reconocido universalmente dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a Su Hijo Unigénito,
para que todo aquel que en él cree,
no se pierda,
mas tenga vida eterna.”
Este es el testimonio más evidente y decisivo de toda la Escritura a las más urgentes necesidades y anhelos del corazón humano. Cada uno de los aspectos más importantes de la Soteriología está presente en este texto incomparable, y que con razón se le presenta como prueba irrefutable a favor de cada uno de los aspectos doctrinales.
Recordemos el ejemplo de Jesús el Evangelista. Él no requirió que la mujer samaritana pusiera su vida en orden, ni aun que estuviera dispuesta a hacerlo, para que pudiera ser salva. Él no le expuso que cambios se esperaban en su vida si ella creía. Él simplemente le dijo que ella tenía que saber quien era Él y pedirle el don de la vida eterna (Jn.4.10). Eso, sencillamente eso cambió radicalmente su vida y por su testimonio muchos otros fueron cambiados.
A Dios y solo a Dios por medio de Su Hijo, sea toda gloria, honra y poder, gratitud y rendición incondicional como Dios Todopoderoso, por su gran amor con el que nos ha amado en el Amado. Amen.
Concluiremos el estudio señalando que la enseñanza del señorío para salvación no hace diferencia entre la salvación y el discipulado, y convierte los requisitos para el discipulado en requisitos para la salvación. Nuestro Señor distinguió los dos (Lc.14.16-33).
Esta enseñanza eleva uno de los muchos aspectos de la persona de Cristo (Maestro sobre la vida) a la categoría de parte del evangelio. ¿Porqué no requerir la fe en que es Rey? O en el hecho de que Él es Juez de todo, o en que Él fue el Creador.
Multitudes de inconversos han sido desviados de la única pregunta pertinente de si aceptaban a Cristo como su Salvador, hacia otras cuestiones acerca de diversiones mundanas y maneras de vivir impropias de un cristiano. Como quiera que un inconverso no posee el correcto criterio ni la debida luz espiritual para enfrentarse a tales problemas, lo único que puede esperarse es que tal persona se desconcierte ante tales proposiciones. Su problema no consiste en desprenderse de algo que, en su estado de inconversión, le parece normal, sino en recibir al Salvador con todo lo que ésta salvación comporta.
Aunque nuestro punto de vista puede ser tildado de “creísmo fácil”, no es fácil creer, porque lo que le pedimos a una persona que no es salva que crea no es fácil. Le pedimos que confíe en una persona que vivió hace 2.000 años, a quien solamente puede conocer a través de la Biblia, para que perdone sus pecados. Estamos pidiendo que confíe su destino eterno en esto, algo que no puede comprobar científicamente y que solo puede aceptar por la fe y confianza depositada en el mensaje que está escuchando.
El texto más familiar de toda la Biblia, trascendental y reconocido universalmente dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a Su Hijo Unigénito,
para que todo aquel que en él cree,
no se pierda,
mas tenga vida eterna.”
Este es el testimonio más evidente y decisivo de toda la Escritura a las más urgentes necesidades y anhelos del corazón humano. Cada uno de los aspectos más importantes de la Soteriología está presente en este texto incomparable, y que con razón se le presenta como prueba irrefutable a favor de cada uno de los aspectos doctrinales.
Recordemos el ejemplo de Jesús el Evangelista. Él no requirió que la mujer samaritana pusiera su vida en orden, ni aun que estuviera dispuesta a hacerlo, para que pudiera ser salva. Él no le expuso que cambios se esperaban en su vida si ella creía. Él simplemente le dijo que ella tenía que saber quien era Él y pedirle el don de la vida eterna (Jn.4.10). Eso, sencillamente eso cambió radicalmente su vida y por su testimonio muchos otros fueron cambiados.
A Dios y solo a Dios por medio de Su Hijo, sea toda gloria, honra y poder, gratitud y rendición incondicional como Dios Todopoderoso, por su gran amor con el que nos ha amado en el Amado. Amen.
Bibliografía
Santa Biblia – Versión Reina-Valera 1960; Santa Biblia – Nueva Versión Internacional; Notas de Biblia comentada – C.C. Ryrie; Teología Sistemática – L.S. Chafer – Tomo I; Institución de la religión Cristiana – Juan Calvino; Teología Básica – C.C. Ryrie; Equilibrio en la vida cristiana – C.C. Ryrie; Bosquejos Expositivos – W. Wiersbe; Comentario al texto griego del N.T. – A.T. Robertson; Comentario bíblico – Matthew Henry
Concordancia exhautiva – J. Strong; Diccionario expositivo – W. E. Vine; Léxico Hebreo – versión digital - Brown-Driver-Briggs; Recursos varios de Biblioteca electrónica e-Sword; Recursos vários de Biblioteca electrónica Caribe.
Santa Biblia – Versión Reina-Valera 1960; Santa Biblia – Nueva Versión Internacional; Notas de Biblia comentada – C.C. Ryrie; Teología Sistemática – L.S. Chafer – Tomo I; Institución de la religión Cristiana – Juan Calvino; Teología Básica – C.C. Ryrie; Equilibrio en la vida cristiana – C.C. Ryrie; Bosquejos Expositivos – W. Wiersbe; Comentario al texto griego del N.T. – A.T. Robertson; Comentario bíblico – Matthew Henry
Concordancia exhautiva – J. Strong; Diccionario expositivo – W. E. Vine; Léxico Hebreo – versión digital - Brown-Driver-Briggs; Recursos varios de Biblioteca electrónica e-Sword; Recursos vários de Biblioteca electrónica Caribe.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)